Es como preguntar a un padre o a una madre cuál de sus hijos prefiere. Incluso puede que elija el más débil para ayudarle. Pero si tuviese que elegir una de mis novelas elegiría “Cien millones” y entre los libros de pensamiento “España con otros ojos”.

Con el de allí. Es más periodismo en el sentido de dar la noticia y analizarla. En España hacemos mucha literatura.

Posiblemente la guerra civil, contada de forma opuesta por uno y otro bando, e incluso por los extranjeros.

Es siempre difícil predecir por donde salen los sentimientos y el nacionalismo es un sentimiento la mayoría de las veces desaforado, habiéndose comparado al amor y a la borrachera. Tengo sin embargo la esperanza de que al final se impondrá el seny sobre la rauxa y no llegaremos a la confrontación total o, como se teme, "el choque de trenes".

Tengo en el telar dos novelas, una policíaca y otra sobre las relaciones mujer-hombre. Tras varios años escribiendo libros de pensamiento, el cuerpo me pedía ir a la ficción.

Sin duda alguna con la prensa. La televisión es demasiado fugaz, demasiado superficial. Impide entrar en el meollo de lo sucedido. Algo que la prensa hace. O debiera hacer.

Me ha gustado siempre vestir “clásico”. Y como en tal atuendo sólo hay margen para el toque individual (en los hombres) que la corbata, siempre también las he llevado destacadas, lo que en Estados Unidos llaman “corbatas con personalidad”. ¿La preferida? La última que he comprado, hasta que me canso de ella.

Varía totalmente de un libro a otro. Depende de lo inspirado que esté uno y de lo complejo que sea el argumento. Pero una cosa me propongo cuando empiezo uno: escribir por lo menos una página diaria del mismo, quiero decir, no abandonarlo. Generalmente escribo la primera versión rápido, entre dos y tres meses. Luego les doy la lata a unos amigos en cuyo buen juicio confío y les entrego el manuscrito con un lápiz rojo. "No me interesa lo que os gusta o lo que encontréis bien - les digo-. Me interesa lo que no os gusta y lo que os parece que es erróneo". Ya sobre eso me pongo a trabajar, sobre ese manuscrito, y una vez terminadas las correcciones, lo que es imposible predecir cuánto durará, lo dejo repasar un par de meses y busco un editor.

Sin duda alguna: la de los atentados de ETA. Siempre que tenía que darlos, sobre todo si había niños muertos me costaba mucho trabajo contener mi indignación.

Leer y escuchar varios medios de comunicación, de signo político contrario si es posible, es la única forma de estar bien informado y hacerte tu propia opinión para poder escribir un buen artículo. La confianza o desconfianza que da la experiencia con un medio o con un colega periodista es lo que te puede decir si puedes fiarte de lo que dice o escribe.

La cobertura del caso Watergate. Aquello democracia en directo. Un presidente juzgado por un comité conjunto de las cámaras, con miembros de ambos partidos. No había película que pudiera igualársele.

El terrorismo de los atentados violentos, tal vez haya pasado. Pero no podemos olvidar que personas que apoyaron y justificaron en el pasado esos crímenes ocupan hoy cargos de responsabilidad en el País Vasco y Navarra. Lo que quiere decir que un terrorismo inmanente flota allí todavía en el aire.

La lectura va con los gustos de cada uno. Mis libros preferidos son La correspondencia de Fradique Mendes, de Eça de Queirós, Cyrano de Bercerac, de Rostand, Un sillón en el infierno, de Henry Kane, y las Historias cortas del Oeste de Elmore Leonhard (estas últimas no sé si están traducidas el español, pero cualquier otro libro del autor me entusiasma).

He tenido la suerte de poder decir lo que pensaba sin que nadie me haya censurado en mi larga carrera periodística. Pero era consciente del medio en que estaba y procuré siempre no traspasar las líneas del buen gusto y la buena educación. Lo que ocurre cuando uno es ya viejo y está jubilado es que goza de lo que los alemanes llaman "libertad de los locos", y ahora de vez en cuando hago uso de ella.

Lo primero, hacer lo que estás haciendo tú: leer mucho. Sólo así se aprende el arte y oficio de escribir. Luego, escribir algo cada día aunque sea sólo para ti. Empezar a hacerlo en serio con relatos cortos sobre sucesos que hayas presenciado, pero transfigurándolos. Y, por último lanzarte ya a la novela completa. Pensando que será posiblemente la peor que escribas, y que difícilmente vas a publicarla. Pero es la amarga senda del escritor.

Ahora tengo menos tiempo libre que nunca. La razón es que como puedo hacer lo que me gusta, y lo que más me gusta es escribir, teniendo la suerte de que me publiquen cuanto escribo, no paro de escribir artículos y libros. Para que se haga una idea, cada vez me acuesto más tarde y me levanto más temprano sin que haya domingos ni días de fiesta para mí. Pero lo estoy pasando bomba y pienso que "tengo más suerte que entendimiento" como dicen los alemanes.

La editorial me pedía mis memorias, pero no me apetecía (ni apetece), así que les ofrecí escribir sobre el capítulo de mi vida que acababa de empezar, la jubilación, que me estaba resultando mucho mejor de lo que esperaba. Aceptaron a regañadientes, pero resultó que tuvo un montón de ediciones, y me pidieron otro, que no tuve más remedio que escribir, sobre “cómo preparar la jubilación”.

Me ha ayudado mucho, porque el gran problema del historiador es que tiene tal montón de datos que su primer impulso es descargarlos sobre la cabeza del lector, sin evaluarlos. Los periodistas tenemos, en cambio, el problema del espacio: tenemos que concretar en pocas líneas un acontecimiento. Eso me permitió abarcar con claridad tal cúmulo de los mismos.

Sí, definitivamente. El periodista es un profesional de la información, como el médico es un profesional de la Medicina o el abogado es un profesional del Derecho. ¿Qué hace un profesional? Pues dar opiniones autorizadas sobre asuntos que afectan a su terreno de competencia. El lector o el oyente espera que el periodista le aclare de un acontecimiento no solo lo que ha ocurrido, sino también por qué ha ocurrido y qué consecuencias puede tener. Esa es la tarea del periodista en la que puede equivocarse o no como le ocurre a cualquier otro profesional.

He tenido la enorme suerte de que no me han “tachado” nunca nada. Tal vez se deba a que he procurado ver los dos aspectos que hay en cada noticia, sin olvidar nunca lo bueno y lo malo que hay en ella. También el dar su origen y sus posibles consecuencias.

Del pasado, sin duda alguna la Reconquista y la época imperial. Ya más recientemente, un siglo XIX en el que tuvimos de todo, principalmente malo, con monarquías absolutas y liberales, guerras civiles (las carlistas), golpes de Estado, pseudo-revoluciones, una república y una restauración monárquica. Fallidas en buena parte todas ellas, es lo que marcó un siglo XX, con la guerra civil peor de todas, que dio paso casi milagrosamente a una Transición que hoy ponemos en cuarentena.

Educación, educación y educación. Lo más amplia de miras posible. Que es lo contrario que hemos tenido últimamente.

El que oí a un colega muy veterano, siendo corresponsal en Alemania: que un suceso aislado no es lo importante por espectacular que sea. Lo importante es la tendencia que marcan los distintos sucesos. También, ya por experiencia propia, que hay que tener mucho cuidado en distinguir lo que realmente ocurre y lo que uno quisiera que ocurriese.

Los mitos son la gigantización de un hecho real, que termina tapando el resto que les rodea. Osea, hay un fondo de verdad en él, pero termina siendo una mentira. Tenemos que tener mucho cuidado con ellos porque suelen inducir al error. Muchas gracias por haber leído mi libro y si me dice que le ha gustado, dobles gracias.

La Historia no es sólo la “maestra de la vida”, sino la vida misma, que se compone en buena parte del pasado. De ahí que, según el dicho romano, quienes se olvidan de los errores del pasado, están condenados a repetirlos”.

Sí. Pero ahora ya no tengo tantas ocasiones de lucirlas.

Mi peor virtud es que soy un insoportable perfeccionista. En cuanto al mejor defecto, que al final me reconcilio con los errores propios y ajenos.

Que después de haber conseguido los españoles lo que era nuestros sueño cuando era un adolescente –estar plenamente integrados en Europa, tener una democracia (con todos los fallos que éstas tienen) y un nivel de vida comparable al de los países desarrollados, estemos de nuevo planteándonos los viejos problemas, la integridad territorial, el “ser” de España, las luchas fratricidas.

Eça de Queirós.

El tema me lo sugirió la editorial, Espasa, pero venía dándome vueltas en la cabeza desde hace tiempo, dado el giro que estaban tomando los acontecimientos en España.

Mi idea desde muy niño era ser escritor. Pero puede que, de verdad, sea periodista. Un periodista que escribe también libros.

Por este orden: Julio Camba, Sebastián Haffner (aunque su profesión inicial era la de juez) y Ed Morrow.

Pues como el resto de las profesiones e instituciones españolas: con conflictos de todo tipo tanto personales como profesionales. Una verdadera lástima, porque la prensa, sin ser el “cuarto poder”, como se creen bastantes colegas, es un “contrapoder” que se limita a advertir los errores del poder no importa el color político que tenga.

Pues lo que estoy haciendo. Es lo que me gusta y además me pagan. No sé cómo me las he arreglado para tener esta suerte.

Afortunadamente, a ninguna realmente importante. He tenido verdadera suerte. Lo que no sé es si merecida.

Supongo que para algunos, sobre todo los nacidos en la era digital, será la preferida. Para mí es completamente ajena. Tengo una relación casi carnal con el papel y la letra escrita con tinta.

Nunca. Transformar lo que veo y analizo en palabras y párrafos me es tan normal como andar o dormir. Soy consciente de que un día no podré hacerlo, pero será porque no puedo, no porque no pueda.